sábado, 3 de mayo de 2008

No hay fórmula, arriba la libreta de notas

El panel de la mañana del sábado prometía resolver el dilema de cómo organizar el trabajo, estructurar un texto y finalmente publicar una crónica exitosa. Pero lo único que hizo fue confirmar que cada autor es un mundo y que cada uno tiene su método y manías. Me atrevo a decir que algunos de ellos no son completamente concientes de su método y me atrevo a más: creo que son estos espacios los que les permiten sentarse a pensar en cómo lo hacen. El resto del tiempo lo están haciendo.

Pero si que se pueden reseñar algunos denominadores comunes que estos Nuevos cronistas emplean, viven o sienten, mientras tratan de retatar la realidad. Por ejemplo que al comienzo del trabajo siempre flotan en el aire algunas preguntas: ¿Quién decide que este tema interesa?, ¿A quién le interesa?, ¿Cuáles son las historias que no se cuentan pero que interesan a la gente?. Respondidas o no, si el cronista decide apostar por el tema, en adelante tendrá que detenerse para observar las escenas, los espacios. Para escuchar. Incluso para casi meterse en la piel del otro. Tendrá que conversar con muchas personas y fijarse en cómo se expresan, que palabras utilizan, qué gestos hace, cómo se viste. Y un impreciso número de qués, cómos, cuándos y dondes, que como la sal y el azucar, han de ser administrados a gusto y necesidad del autor.

El periodista Wilber Torres, de México, incluso llegó a identificar qué dolencias padecía el tan popular y desconocido gremio de los camareros para una crónica extensa que los retrataba. José Alejandro Castaño, de Colombia, retrató la cruda realidad del país, a partir del cruel destino de un perro mula. Son detalles, cosas, a primera vista simples, cotidianas o irrelevantes, las que marcan la diferencia en la manera de abordar y finalmente contar las historias. ¿Cómo se hace un perfil de un asesino antropófago con el que tienes un sinfin de entrevistas, pero cuyo testimonio no es fiable porque, entre otras cosas, está diagnosticado de esquizofrenia?. Sinar Alvarado, colombovenezolano, asegura que entrevistó a más de 80 personas (familiares, víctimas, autoridades, etc.) para reconstruir lo más fielmente posible, la historia.
Durante esta sesión surgieron un par de discusiones "escueleras", sobre las herramientas para trabajar. Que si a la grabadora, que no. Que escondida, que hay que contarle al entrevistado que está siendo grabado. La conclusión es que no hay conclusión. La usa el que la necesita y el que le tiene fe y la deseña el que confía en su memoria. La triunfadora sigue siendo la libreta de notas.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Necesito contactarme con las autoras, por favor, es urgente, para colaboración con Revista Chasqui del CIESPAL.
Por favor escribir a chasquirevista@gmail.com

Yo soy del Quito dijo...

nada como la libreta...

Palmerilla dijo...

En la observación y la conección con el ambiente y las personas que nos interesen para luego hacer una crónica, creo que está el secreto, más que en si usamos tecnología antigua o más nueva.
Por otro lado, acerca de saber cuál o cuánto le interesará cierto tema a la gente, creo que de la forma de narrar dependerá que nuestra crónica o texto sea leído hasta el final, y como decía antes, esta narración, a su vez dependerá del grado de relación que logremos con aquella realidad, cuánto seamos capaces de plasmarnos de esas semiosferas.

Mi humilde opinión.

Buen blog...felicitaciones.

GuanacoEH dijo...

Ni una sola entrada nueva desde mayo. Meritorio esfuerzo, pero escaso, muy escaso.

www.robertogasteiz.blogspot.com

El cuervo y la gaviota dijo...

No hay recetas mágicas, ni secretos que nos permitan escribir una "gran" crónica; o tal vez si haya un secreto...o miles alrededor del mundo, pues cada uno seguimos diferentes técnicas.Lo que sí es seguro que, con o sin grabadora, el reportero debe abrir totalmente TODOS sus sentidos. Vivir, si es posible, los momentos que intentamos recrear con palabras. Estar atento a las voces de aquellos que viven o vivieron los hechos, percibir gestos, olores, colores y sabores que enriquecerán el texto.Porque, en mi opinión, no somos nosotros los que contamos la historia. Nosotros tan solo prestamos la pluma para que ELLOS,los protagonistas, la cuenten.

DE dijo...

Humildad y conciencia, dos ingredientes que a mi juicio debe tener un buen cronista. Humildad para tener cierto que toda historia merece ser contada, sin importar el actor o actores; sin importar dónde y el contexto en el que se desarrolla; sin mirar incluso en si importa o no a los lectores, (una buena crónica siempre debe importar a los lectores; esa es la labor del periodista: hacer que la lean hasta el punto final). Conciencia de que la historia es contada, al fin de cuentas, por los protagonistas, y que por más estilo propio (y pulido) que cada narrador tenga, son ellos quienes le dan el rumbo, la matizan, la colorean y hasta nos dicen (en los hechos) dónde terminarla.

Esa es mi modesta opinión.

DE dijo...

PD. Y respecto a la grabadora: prefiero mi memoria, en ésta sí me quedan grabados los gestos, los olores, el ambiente donde se desarrolla la historia.